Hoy se cumplen un mes y dos días desde que volví a la capital catalana. Llegar representó una gran sensación compuesta de miles de emociones y sentimientos que se mezclaban como si mi corazón y mi mente fuesen una batidora que preparaban una mezcla única y eterna que llevaré siempre en el alma: todo lo vivido en el viaje. Como dicen por estas tierras: ¿Quién te quita lo bailao? Si de algo estoy cada vez más seguro es del saber de la calle, y ese es el mismo que me ha enseñado que lo único en la vida que no te pueden quitar es lo que has vivido y la dignidad, la integridad ideológica y ética. El resto, polvo es y en polvo se convertirá..
Pasó casi un año, 362 días para ser exactos, varias lunas, algunas lluvias monzónicas y algún que otro movimiento de tierra que por suerte ocurrió lejos de mi epicentro... Todo empezó en mi tierra, volver a Venezuela siempre es motivo de alegría, a pesar de los muchos pesares que azotan a ese paraíso caribeño, a esa pequeña Venecia de la que formo parte aún en la distancia y por la que sufro y sufrimos muchos en el exilio de la violencia, ese que he elegido y del cual puede que reniegue en cualquier momento, porque existen muchas formas de morir. Venezuela y América Latina, pueden estar llenas de muerte y de violencia, de miles problemas, pero ¡que llenos de vida y de fuerza sus habitantes!, de capacidad de creación y de libertad mental. Veo a nuestro continente como a una olla esfervecente donde confluyen miles de ideas, de sabores y de olores, de lo bueno y de lo malo, en lo que tengo confianza que algún día mejorará, porque pueblos tan amables y simpáticos no merecen seguir siendo azotados por la vorágine humana del poder global.
Pasan los días en mi ciudad mediterránea y no puedo dejar de pensar en comer ceviche y todas las delicias de la única y ejemplar cocina peruana, de recordar los verdes de sus montañas, la grandeza de Machu Picchu, la vista desde el Waina Picchu, la majestuosidad de Cusco, el cañón del Colca con la inmesidad del aire y la grandeza del cóndor andino que vió al inca y que lo lleva en el vuelo, mostrándole con desagrado lo que han hecho con su tierra. Vienen a mí las calles de Arequipa, sus casas coloniales hechas de piedra volcánica, su Plaza de Armas, sus fogones con cocina tradicional y novoandina... La fuerza de los pueblos aimaras luchando por su tierra quedaron para siempre en mí, y ahora que los recuerdo y escribo estas letras se me eriza la piel al recordar tal determinación recorriendo con gritos y herramientas de trabajo en mano las calles de ese Puno al que llegué con desagrado visual y me fui con amor maternal gracias a la hermosa gente que allí conocí, a esa Causa de pescado que me fue invitada por completos desconocidos de esta vida, amigos de otras probablemente...
¿Cómo olvidar esas ocho horas en el lago Titicaca, esas fraternas tertulias con los panas brasileros y el pana rosarino, esa nariz de payaso que me quedó por no usar protector olvidando que estábamos a casi 4000 mts de altura sobre el nivel del mar, esa magistral entrada a Bolivia observando con placer que a los gringos les hacían pagar 150 dólares de visado y a nosotros, los suramericanos, nada?, era como una pequeña batalla ganada, como un destello de justicia que llegaba desde el que preside el gobierno en La Paz.
Me es imposible no recordar La Paz, que lejos de ser una hermosa ciudad no deja de tener algo especial, tal vez la vista del Illimani, tal vez la altura que lo lleva a uno a pensar y sentir diferente, como el pueblo boliviano, pueblo de las alturas.
Esa travesía en bicicleta en bajada desde casi 5000 mts s.n.m hasta casi 1000 mts s.n.m.. Las calles de la majestuosa Potosí, la miseria de la explotación de la miseria con sus tours a las minas, a ese Cerro Rico que tanto empobreció y tanta muerte dejó...
¿Quién me va a quitar la fuerza del Salar de Uyuni?, ¿Quién me va a arrebatar haber estado con los cactus milenarios que están en una de sus islas? Nadie. Al igual que nadie me puede quitar la paz del desierto de Atacama, la grandeza del norte argentino, la delicia de tomar mate de coca, de masticarla si hace falta, porque aunque muchos ignorantes no lo entiendan: la coca no es cocaína. Me quedo también con los agradables bares de Almagro en la capital argentina, con las sonrisas de su gente amable y estresada, con las calles de Rosario, con el acento de Córdoba, con las empanadas de Jujuy, con la mirada de alguna hermosa mujer.
Me quedo para siempre con la amabilidad del pueblo uruguayo, con la elegancia y delicadez de sus palabras, creo que si volviera a nacer y me fuera prohibido hacerlo en el Caribe eligiría sin lugar a dudas nacer en Montevideo, tanta educación y amabilidad los hace más ricos que cualquier reserva de petróleo.
Puedo morir tranquilo porque estuve en las Cataratas de Iguazú, esas que me enseñaron la puerta hacia el más allá, esas que al estallar en forma de masa de agua te hacen entender que estamos de paso y que todo y nada es eterno, que somos parte de un ciclo, como el agua que va y viene, que viene y va.
Llevo conmigo la grandeza del pueblo guaraní, los únicos supervivientes lingüísticos de Suramérica, al menos son los que más pudieron preservar uno de los tesoros más preciados que una civilización puede tener, la lengua. Los paraguayos están orgullosos de su hermoso idioma y lo hablan y practican con naturalidad, son un vestigio único y esperanzador en esta parte del mundo.
Cada vez que escucho Bossa Nova, Samba o Forró vienen a mí las calles de Salvador, de Río, de Paraty. La belleza y exuberancia de Ilha Grande, de Morro do Sao Paulo, del mar de Búzios, la fuerza de la naturaleza viva y pura de Itacaré... Brasil me hizo sentir en mi casa, la similitud del pueblo brasilero y el venezolano es inequívoca, ya que ambos son el fruto de la mezcla de varios pueblos y culturas que nacieron en una tierra paradisíaca y que agradecen con sus sonrisas y lentitud al Sol que les calienta el alma casi todos los días..
Son tantas las experiencias, las sensaciones, los momentos, que tendré que ser breve en esta entrada para agradecer a la vida por haber estado en ciertos lugares, además de los que ya nombré, son objeto de mi pasión los templos de Angkor en Camboya, los de Ayutayya en Tailandia, las cuevas de Ajanta y Ellora en India, la ciudad sagrada de Varanasi y el pueblo de Omkareshwr, ambos en la mítica y legendaria India. Las ruinas de Aksum en Etiopía, las de Lalibela en el mismo país. Las pirámides en El Cairo, en las cuales tuve el lujo de poder estar dentro de ellas completamente sólo.
No puedo dejar de agradecer al pueblo etíope por su increíble e infinita bondad, ahí donde más se sufre más se da, más humana y cálida es la gente. Amasak guenalo Etiopía!
La hermosa Fez no me deja de pedir que la vuelva a ver, al igual que su prima cercana Chefchauen.. Marruecos te muestra lo mejor y lo peor de su historia, fundida en una asquerosa dictadura monárquica que tienen que soportar con paciencia y obstinación. No dejan de ser por esto amables, simpáticos y fraternos muchos, despreciables e imbéciles algunos pocos.
Luego, hay un hermoso país que es el capricho de mis oídos, Andalucía, creo que para hablar con semejante acento se debe tener un alma muy alegre, y de no ser así, el simple hecho de estar rodeado de flamenco, rumba y demás ritmos del sur de la península ibérica hacen que uno se contagie y termine siendo una sonrisa andante, como la mayoría de los que por esas tierras viven..
Ya se acabó, por ahora, ahora toca tener vida sedentaria por algún tiempo, esperemos que sea corto. Porque ya me empiezan a picar los pies y la espalda me pide peso, el de la mochila, esa de la que mi espalda se divorció sin que yo le avisara...
Para aquellos que disfrutan con los números y las cuentas haré un breve recuento de países visitados y de dinero invertido...
En total fueron 17 países visitados: Venezuela, Perú, Bolivia, Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay, Brasil, Malasia, Tailandia, Vietnam, Camboya, India, Etiopía, Egipto, Marruecos y Andalucía.
El total del dinero invertido en alojamiento: 2.220 euros.
El invertido en transporte: 4.268 euros
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Total alojamiento y transporte 6.488 euros.
En transporte estoy contando vuelos, trenes y autobuses. En alojamiento hay que entender que el 99% de las pernoctaciones las hice en albergues compartidos, es decir, pagando por una cama y no por una habitación.
Se puede hacer con menos, se puede hacer con más. Todo depende de si uno se puede cocinar en el albergue, si se bebe alcohol o no. Sólo quiero demostrar con estos números que un viaje de esta magnitud no es para nada imposible. Mucha gente gasta dinero en ropa, autos, motos y demás artículos que en muchos casos están de más o son completamente innecesarios.
De momento no me queda más que agradecer a todas y todos los lectores del blog, espero que les haya sido de su agrado y que les pueda servir de herramienta de viajes en algún momento. Seguiré escribiendo de vez en cuando si encuentro algún tema interesante. Y tarde o temprano empezará otro Deaquípallá Deallápacá con lo cual, escribiré más sobre nuevos lugares y destinos.
Hay además un pequeño proyecto en pañales, un libro sobre el viaje realizado. Si algún día tengo la suerte de editarlo, las 26 personas que hasta la fecha son lectores del blog recibirán una copia gratis. Hace falta esperar algunos años tal vez, jeje.
Salud y amor!
Luis Gabriel.
Buena experiencia hermosa persona,
ResponderEliminarfin de un ciclo,
comienzo de uno nuevo,
será la vuelta a las raices tal vez.
Hermosas cataratas,
eso no se olvida!!!!
ya aparecerán mas cartas
Luis! Te felicito! Es precioso lo que has vivido, si todos hiciéramos lo mismo, el mundo estaría más unido. Un beso.
ResponderEliminarGinger.
Valencia.