Después de observar las torres por un un rato estuve conversando con dos chicas argentinas que conocí en el albergue sentados en una especie de plaza que hay enfrente de la gigante construcción. Más interesante que mirar a los edificios era mirar a la gente posando para las fotos, nos estuvimos riendo un buen rato.
Y en la misma plaza conocimos a estos simpáticos nigerianos, se nos acercó uno a hablarnos creo que porque los occidentales somos aquí bichos raros y por el hecho de que las argentinas les resultaban bastante exóticas... Nos reimos, conversamos y descubrimos que no hay nada más hermoso en el mundo que la variedad y el respeto, y que los prejuicios, esa enfermedad creada para separarnos, pueden ser destruídos si miramos un poco desde adentro y si nos cuestionamos desde diferentes perspectivas las cosas.
La cultura africana está presente en América, y es un gran legado que tenemos, la alegría y las sonrisas de estas gentes constituyen un patrimonio más rico que el oro o el petróleo y suenan en nuestra tierra cada vez que repica un tambor o cuando alguien pide algun favor a Changó o a Yemanyá.
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