Antes que nada quiero pedir disculpas a todos los y las lectoras del blog por no haber escrito en tanto tiempo. Resulta que perdí (o me robaron sin darme cuenta) en Buenos Aires la cámara que gentilmente me había prestado mi progenitor, lo cual me ha representado una tremenda arrechera (cabreo, enfado, enojo) y el estar algunos días sin el indispensable aparato que nos sirve para robarle algunos instantes al tiempo.
Después de más de 19 horas de vuelo, con parada en Ciudad del Cabo, llegué a Kuala Lumpur, capital de Malasia en el sudeste asiático. El cambio cultural es muy interesante, lo primero que me impactó es el silencio de sus gentes, la armonía con la que se mueven, miran, se desplazan. Muy diferentes de nosotros los atolondrados occidentales.
Conviven en Malasia desde hace mucho tiempo 3 etnias diferentes en perfecta armonía: malayos, chinos e indios. Cada uno con sus religiones correspondientes, hay hindúes, musulmanes y budistas, todos se respetan y coexisten sin ningun tipo de problema relevante. Creo que son un ejemplo para muchas sociedades del otro lado del mundo.
Los malayos tuvieron durante algunos años los edificios más altos del mundo, de hecho las torres Petronas siguen siendo las torres gemelas más altas del planeta. Sólo superadas por algun moderno rascacielo en Dubai o en Taiwan tienen 452 metros de altura y 88 pisos. No son en particular de mi gusto pero no puedo negar mi admiración ante una obra de semejante magnitud.
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